lunes, 26 de julio de 2010

Demasiado Tarde

Una tarde en la peluquería de Pacha


por Ariel Lustiguer

Una tarde de sábado de frío intenso, entro a la peluquería. Estaba llena de gente, de sexo masculino, porque es una peluquería de caballeros. Abro la puerta, doy un paso al interior del lugar y digo en voz alta: “¡Pacha! ¿puedo cortarme la barba sin plata?” y poniendo un tono de voz meloso: “Cuando venga a cortarme el pelo te pago todo junto...”
“...vos sí que estás al pedo toda la tarde...” me contestó en seco el Pacha, “ves que está la peluquería llena de gente y querés cortarte la barba nada más... ¡dejáte de joder!...”
“...¿entonces me voy?” y hago un ademán de querer salir.
“dale pasá,” se sonrió, « pero mirá que vas a tener que esperar.»
“no importa,” y le mostré un libro con mi mano izquierda, “mientras, me leo la novelesca.” Y me senté en el único sofá de cuero disponible, al lado de un hombre muy prolijo, que estaba escribiendo con su laptock, mientras copiaba papeles manuscritos. “Pero voy a leer en voz baja, no sea que este buen señor se equivoque, y apriete mal una tecla, y el lunes lo rajan del trabajo...”
“...no es para tanto,” dijo el aludido. Y rió.
Entonces el Pacha siguió con su tarea, al pie del cañón, como es su costumbre. Barrió el piso lleno de mechones de pelo cortado y prendió un cigarrillo. Le dio dos pitadas y lo dejó en el cenicero.
“a ver pibe pasá que te toca a vos...”
El muchacho se sentó en la silla y le dijo: “cortame bien Pacha que tengo que quedar lindo para esta noche.”
“Ha, así que te vas de joda,” y le colocó un delantal con las letras “Pacha” impresas del revés, como para que se puedan ver al derecho en el espejo. “¿hay una minusa por ahí?”
“sí,” le respondió acompañando la afirmación con un movimiento de cabeza, leve. “y encima no dormí nada...”
“... bueno, te tirás un rato a dormir la siesta cuando te vas de acá,” y sonrío socarronamente, “eso sí, ponete el despertador no sea que sigas de largo, y si quedaste en encontrarte a las once y te despertaste a la una y media...” e hizo un gesto con las dos manos, “¡Pero ni la llames directamente! ¡Me parece muy bien! Te voy a dejar bien churro”. Y comenzó a cortarle el pelo.
Se hizo un silencio y la conversación fue en voz más baja, como un susurro. Como de casualidad, el Pacha le pregunta al chico: “¿ y fuiste a trabajar hoy?” Se nota que el Pacha conoce a sus clientes por lo que voy a relatar a continuación.
La respuesta fue un “no”, también con la cabeza.
“¡Ha que bonito!”, y dio un paso para atrás. “¿y se puede saber por qué no fuiste a laburar?”
“Porque salí anoche...”
“... Ah, mirálo al señor, ayer también se fue a bolichear. ¿Y fue con la misma chica?”
“No, con otra.”
“¡Ah bueno!” Y comenzaron las carcajadas generalizadas. “¡Así que con otra!” Y se dio vuelta como para buscar entre los hombres presentes algo de complicidad. “Me parece muy bien que te portes mal”. Luego de una pausa en que le retocaba la patilla, dijo: “Así que el tipo sale ayer con una, mañana con otra, pasado con la de más allá... ¿cuántos años tenés?”
“Veinte... son rachas, que tengo...”
“Ta bien, sos un pibe”, e hizo una pausa y tomó el cigarrillo. Se dio vuela y dijo a los que estaban sentados: “Ta bueno esto de darle una pitada y que se consuma solo...”
“... sí Pacha,” le tomo el guante inmediatamente, “así tenés cinco minutos más de vida... el infarto te agarra más tarde...” Más risas.
Luego le siguió cortando el cabello y la conversación era casi imperceptible. Entonces le dice: “eso sí, no te llegues a casar porque vas preso... vas en cana como el mejor...”
Cuando terminó, el chico le pagó y le dio un beso, “chau seguí portándote mal,” y cuando el muchacho se acercó a la puerta para ponerse la campera que estaba en el perchero, le siguió diciendo: “Mirá que tantas chicas te va a hacer mal; te podés enfermar; y si tenés más, llamános que vamos y te ayudamos,” y lo miró fijo: “lo hacemos por vos, para ayudarte...” y ya las carcajadas eran estrepitosas. Y el chico se lo quedó mirando sin decir nada. Se fue. El Pacha volvió a barrer mientras el señor de la laptock rompía unos papeles y guardaba la computadora portátil en un maletín.
“¡Mirá! Está rompiendo el informe de Ángela Merkel al Fondo Monetario Internacional... no te digo que lo van a echar del trabajo...”
“...callate que no tenés ni cinco pesos para cortarte la barba y encima me venís con Alemania que nos sacó del Mundial...”
“...esto es peor que el muro de Berlín. Al pulpo vidente lo quiere todo el mundo para hacer pulpo a la gallega”, le contesto “¿sabés por qué es el pulpo vidente?”
“¡Más vale! Porque acertó los resultados de todos los partidos...”
“...no porque es un pulpo que tiene el tridente de satanás, pero con dos dientes, o sea bi-dente...”
“...¡Pero qué ganas de cortarte la barba que tenés!”, y se abocó a atender al señor pelirrojo. “¿Te hago como siempre?”, le preguntó mientras le colocaba una tira de papel especial alrededor del cuello.
“Sí, pero esta vez dejame más largo arriba y el resto a máquina.”
“O sea que te dejo más volumen acá”, y le acarició la parte superior del cabello, “y lo demás lo hacemos con máquina.”
“Así es.”
“Okay”. Y el Pacha sacó una tijerita con dientes del estuche esterilizador.
“A mí me vas a tener que cortar la lengua, porque la tengo muy larga...” le dije.
“...ya me di cuenta.” Y continuó, mientras yo, aburrido por la espera, dejo el libro y me acerco a la vidriera. Veo una coupé cuatro puertas estacionada, último modelo. Y pienso para mis adentros: “este rata se corta a máquina, pero seguro que se va en ese coche.” Entonces aparece un chico y le dice: “¿cómo andás fierita? ¿tenés para mucho?”
“Mirá ahora ya cierro la cortina y me voy para casa porque ya a esta edad la carrocería no da más... venite el martes que hay menos gente...”
“Bueno paso la otra semana.. ¡chau Pacha!”
“chau flaco...andá por la sombra.” Luego le dijo al pelirrojo: “¿qué tal vos? ¿todo bien? ¿Tu jermu?”
“todo bien.. tranqui por ahora.”
“Ha, espérate un cachito que me pongo los guantes de boxeador y cierro el kiosco...” Y me mira fijo: “ y a vos te voy a dar un piñón...”
“...¡Qué miedo!”
El peluquero se coloca un par de guantes de descarne y baja la persiana dejando en hueco de la puerta libre. “¿No me ponés el gancho?...”
“...Primero me vas a dar un cross de derecha, yo te doy un gancho de izquierda... ¿Dónde carajo está Willian Bu de árbitro?...”
“...ahora pará la moto que lo tengo al colorado chupando frío...” y tomó la maquinita de cortar el pelo y lo rasuró con mucha prolijidad. Acabó su tarea en tiempo récord. “¿Qué tal el trabajo? El otro día vino tu viejo y me contó que la empresa anda bien...”
“Sí, lo único que se paró un poco la venta... no hay un mango en la calle.”
“Y sí”.
Inesperadamente, el pelirrojo le preguntó: “¿nunca te pasó que le cortaste la oreja a alguien?”
“A mí no... pero vos sabés que en la otra cuadra, allá para el lado del bajo, hay una peluquería de barrio como ésta... y el viejo hace más de ochocientos años que corta, y ya está viejito y no ve muy bien. Y un buen día a uno le achuró el lóbulo derecho... ¡No sabés la sangre que le salió! ¡Pobre tipo!... pero lo peor de toda la historieta es que el cliente, con la oreja chorreando sangre, lo tuvo que consolar al viejo que se impresionó tanto, que le bajó la presión hasta el piso... y, se ve que le chingó, no ve bien, y no se quiere jubilar... y al final tuvieron que subirse los dos a la ambulancia... a uno le dieron cuarenta puntos, y al otro lo llevaron a unidad coronaria para ver cómo andaba el bobo...”
“...¡Qué miedo!” dije, “primero me baja la cortina, o sea que me paso todo el fin de semana acá adentro y luego paso yo y me corta la oreja y termino como van Gogh, escuchando como música funcional al conjunto español que se pusieron ese nombre, en honor al gran pintor holandés...”
“...No me hables de Holanda que salieron segundos en el campeonato...”
“...Y los gayegosh eshtán contentosh porque salieron campeonesh... y al final se juntaron la Princesa Máxima Sorreigueta con la Reina de Eshpaña, y todo quedó entre la nobleza europea de sangre azul...”
“...dale dejá de hablar que te toca a vos... ¡Pero qué ganas de cortarte la barba!” El pelirrojo le pagó con un billete de cien, y cuando el Pacha le dio el vuelto, le dijo, “no te vayas a olvidar eso que sale un huevo y la mitad del otro...”
“...no, por eso la dejé acá, cerca mío.” Y dicho y echo, el hombre tomó el maletín, sacó las llaves del auto y se fue en la coupé, confirmando así mi teoría. Y seguí pensando -porque si lo decía en voz alta, el Pacha me iba a surtir -pero en serio: “no sé que estoy haciendo acá, en esta peluquería de medio pelo.”





Dado en Florida Este, el martes 13 de julio de 2010.
“No te cases ni te embarques”. Pero, podrías considerar la posibilidad de casarte en la capilla del “Titanic.”

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