martes, 25 de agosto de 2009

El modelo vivo

Por Ariel von Kleist


a)
“Serafín, el más irrepetible de los mozos del bar bohemio, necesitó veinte años de argumentos para convencer a todos de que” su relación con el pintor era sólo profesional. El artista tiene una especial inclinación a contemplar la belleza de las personas. Y no hace diferencia de sexos. Además, se sentía hastiado de representar en sus telas la belleza femenina. Muchos lo han logrado con éxito. Pero él, Francesco, fue visitado por un “Muso”, que le reveló el encanto juvenil de Serafín. Se le acercó sin temor y sin vueltas. Lo invitó a tomar una copa de vino blanco seco. Entonces le propuso que sea su modelo.
Serafín necesitó más de veinte minutos de argumentos para tratar de convencer al maestro de que él no era el más irrepetible de los mozos del bar bohemio. Había otros muchachos. Pero el hombre, ya entrado en años, lo escuchó con paciencia. Luego levantó la mano y lo hizo callar. Le explicó con brevedad y concisión, que con el tiempo, Serafín podría modelar como un modelo profesional. Le recalcó que tenía que vencer sus prejuicios y le propuso que comenzara modelando vestido.


****

b)
El tiempo hizo lo suyo, y la carrera de Francesco fue muy ascendente. Recibió muchos encargos que le permitieron dar una buena paga a Serafín por los servicios prestados. Cuando terminaban la sesión en el atelier, iban a comer al club, cada vez más tarde.
Como las cosas se suceden en forma concatenada, surgió un interés de parte de los socios vitalicios del club bohemio, para que el maestro exponga algunos de sus trabajos. Francesco se tomó unos días. Tuvo que seleccionar las obras solo, porque en este caso, no había intervención de ningún curador. No dudó en presentar los mejores desnudos de Serafín, pero no le dijo nada.
En la inauguración las opiniones fueron muy repartidas. Y Serafín estaba muy serio, casi diría que se puso pálido. Se retiró antes del brindis, acosado por las preguntas tontas de si él era efectivamente el modelo.


c)
No dejó de frecuentar el club. Esos veinte minutos de argumentos inocentes se transformaron en veinte años de vergüenza. Luego de tantos años, su belleza se marchitó, como es natural. Ya no importaba el maestro que lo había inmortalizado. Había muerto hace mucho. Importaba clamar por una verdad, que nunca fue creída.

Dado en Florida Este, el jueves 13 de agosto de 2009.


Dedicado a mis profesores, Héctor Leni, de quien aprendí la filosofía del arte; y
Germán Caporale, de quien aprendí técnica y rigor crítico.

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